250 Aniversario del Nacimiento de Mozart

Estoy tan cansado de las estupideces de Rubalcaba tachando la posibilidad de un referéndum como inconstitucional (mejor que se tome un ídem plus), de ZP mintiendo a troche y moche, del tonto de Moratinos apoyando a los terroristas de Hamas, de las noticias, de los sociatas, de los que defienden lo indefendible, de la OPA, de Gas Natural, de La Caixa, de Maragall, de Montilla, del CAC...

ESTOY HASTA LOS HUEVOS

Por ello dedicaré el mensaje de hoy a uno de mis grandes ídolos de toda la historia: el genial e incomprendido Wolfgang Amadeus Mozart, cuyo 250 aniversario se cumple hoy precisamente. Mozart nació el 27 de enero de 1756 es un pueblo que ahora le adora y que por entonces le ignoraba. Mucho se dice ahora de lo fantástico que era Wolfgang. Muchas adulaciones. Mucha lisonja. La triste realidad es que, mientras el pequeño Mozart era eso, pequeño, fue admirado como niño prodigio, por sus extremadas cualidades musicales y su gran talento para la improvisación. Sin embargo, el pequeño Mozart se hacía mayor y ya no era un mono de feria. Su vida se convirtió en una pequeña gran locura, un vodevil de esos que le gustaba orquestar, como la genial locura de La Flauta Mágica, tan publicitada en estos días. Hubo gente que le quería; muchos le envidiaban.

Yo querría desprenderme de su vida, de sus duros momentos, de sus problemas, sus enfermedades y quedarme con lo esencial de Mozart: su brillante mente.

¿Sabían que Mozart inventó un método para componer contradanzas basándose en las tiradas de dados? ¿Sabían que le gustaba el billar? ¿Sabían que no escribía una sola nota sobre el pentagrama hasta que no lo tenía todo en la cabeza? ¡¡Componer una sinfonía de memoria y luego escribirla!! Sólo recuerdo un caso análogo en la historia: Haendel compuso El Mesías creo que en una semana o diez días, no recuerdo dónde lo leí. ¡¡El Mesías completo...! Nada de el Aleluya tan famoso: todo. A la misma velocidad que un copista. Mozart era así siempre. Escribía con la caldera a toda presión.

Se cuenta que Mozart llegó a entregar una partitura sobre una servilleta a un pobre que le pedía dinero ya que no tenía dinero. Mozart compuso la ópera "Bastian y Bastiana" con apenas 12 años.

Todo el que ve una partitura de Mozart siente algo especial. No por su limpieza o el estilo de su notación musical. Sencillamente por el hecho de que no son complejas. No conllevan una excesiva orquestación, ni demasiados niveles melódicos. Son la genialidad llevada a una partitura.

¿Sabían que Mozart sabía italiano? ¿No hubiera sido emocionante poder hablar con el austriaco en una lengua tan parecida a la nuestra? Y fue él sin embargo el que impulsó la ópera en alemán. ¡Oh qué gran culmen de la historia musical es "El Rapto del Serrallo"! Si tuviera que elegir una de sus óperas seguramente elegiría esta, fundamentalmente porque nunca flaquea (si es que Mozart flaquea alguna vez); es sencillamente portentosa, con su coro de Jenízaros y su obertura extraordinaria. Es difícil elegir. Mozart hizo fácil lo difícil. ¿Quién no se emocionaría con el Dies Irae de su Requiem? ¿Quién no encontraría emotividad en el segundo movimiento de su concierto para clarinete? ¿Quién no encontraría una atmósfera irrepetible en el primer movimiento de su famosísima sinfonía nº40? ¿Quién no se siente transportado por su concierto para arpa y flauta (instrumento que detestaba, por cierto)? Quien no se emociona con Mozart carece de alma. Como los que no sienten un encogimiento en su corazón al ver la cara de una víctima del terrorismo.

Cuentan los estudios que la música de Mozart fomenta la inteligencia y la música repetitiva como el bacalao o el heavy la dificulta. No me extraña pues la capacidad intelectual de la ministra Calvo.

En resumidas cuentas, Mozart es posiblemente la segunda persona que visitaría después de Jesucristo si dispusiera de una máquina del tiempo.

Menos adulaciones se merece hoy, pues su muerte fue triste, prematura, misteriosa y olvidada. Mozart hombre pecó; pero Mozart músico, fue divino.