lunes, enero 16, 2006

Bienvenu à Paris

Ayer domingo aterricé en París. Voy a estar la semana completa por aquí trabajando. Espero poder ir enterándome de las burradas del inepto presidente que nos tocó en desgracia. Lo último que oí ayer en la televisión fue la victoria del Real Madrid 4-2 al Sevilla y la estupidez congénita que parece haber afectado a Rodríguez Zapatero diciendo que lo del Estatuto es "mejoooooorrr..... para Españaaaaaaaaa". Qué hombre. Me pone de los nervios con ese tono de voz. ¿Nadie le ha dicho que es ridículo y cursi? Bueno, supongo que sí; ya lo sabe y se lo pasa por el Arco del Triunfo. Quizá ese mismo arco que adorna París, aquel sitio donde vino a chapurrear ese francés de parvulario ante los diputados franceses. Debió guardar en la memoria ese arco para pasarse todo por ahí. Porque aparte de bastante escaso en su capacidad lingüística, también demuestra ser bastante escaso como político. Lo que no comprendo es cómo hay gente que todavía no se ha dado cuenta.

Precisamente ayer en el aeropuerto descubrí el significado de los problemas del islamismo, ese mundo que tanto apasiona al Bobo Solemne. Nada de terrorismo ni cosas así. Directamente les habilitan aviones especiales para ir y volver de la Meca. Y en el exterior del aeropuerto, miles, literalmente miles de personas, familiares y amigos, les esperaban, recibiéndoles con lililíes, tés, caramelos, dulces y pastas. El problema es que tuvo que venir hasta la policía para que no invadieran la zona de salida. Y yo intentando pasar precisamente en medio de donde estaba esa multitud de personas, la mayoría de pie; otras de pie sobre los asientos; otras sentadas encima de las cabinas de teléfonos; incluso vi a un imitador de Spiderman, agarrándose no se sabe cómo al ventanal. Y yo no podía pasar por en medio de esas personas. Porque si bien los musulmanes del norte de África que conozco suelen ser educados, los musulmanes franceses han cogido lo peor de sus conciudadanos: su mala educación. Todavía espero una mirada por parte de un policía nacional al que me dirigí y que esquívamente desviaba la mirada hacia cualquier parte menos a mi cara. Menos mal que también hay gente educada. Gracias a una chica en información pude atravesar la barrera humana y de la policía para llegar al alquiler de coches. Y ahí de nuevo la aventura. Pero eso lo dejaré, si acaso, para otro día. Mientras tanto disfrutaré de en lo que Monsieur Rodríguez Zapatero desea convertir España.

Au revoir!

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