sábado, octubre 21, 2006

Catalanidad con Estrella Amarilla

A lo que están llegando a ver mis ojos. Si la gente pensó que después de la Primera Guerra Mundial el mundo aprendió algo, es que no conocía la historia: ¿acaso después de las guerras intestinas europeas por los tronos de diversos países se aprendió algo? De igual manera cabe pensar que los españoles aprendimos algo después de la Guerra Civil. Cabe decir a nuestro favor que sólo la mitad de los españoles, esa mitad que de obsesionada raya lo enfermo, sigue sin aprender. Ahí tienen ustedes al loco que dirige el tinglado que si por él fuera decretaba que la historia final del enfrentamiento fratricida se diera la vuelta. Pero es que más tarde se declara la guerra universal al NazionalSocialismo de Hitler, los nazis -socialistas, sí, tanto de nombre, como de política-. El mundo vivió la mayor lucha entre iguales. Episodios imborrables de la historia ocurrieron por entonces. Aunque algunos, casualmente, los de siempre, se atrevan incluso a negar que los de la "estrella amarilla", los judíos marcados, sufrieron una extinción malévola, consciente y premeditada a manos del gobierno de Hitler, el conocido como holocausto. Se dividió y se unificó Europa (o mejor dicho, algunas de sus tierras), como consecuencia de estas guerras multitudinarias y se fueron creando dos bandos irreconciliables. Se levantaron muros que al final cayeron. Y de nuevo, la izquierda, demostró que carecía de sustento real. ¿Se había aprendido algo? Supongo que alguno reflexionaría, pero con cada nueva generación se cometen nuevos errores. Y vinieron las "otras guerras", esas contra la maldad, esas a favor de la libertad de las personas, esas que la izquierda decía una vez sí, una no. Aquellas que apoyaba, pero no apoyaba. ¿Acaso aprender consistía en se hipócrita? ¿"Hiprogresía" para la supervivencia?

Pues bien, ayer salió el presuntuoso y arrogante Arturo Más proponiendo (recordemos que estamos en campaña -siempre se está de campaña en Cataluña-) que los inmigrantes en Cataluña (ese cortijo del analfabetismo funcional e histórico) deben poseer un carnet de "catalanidad". Sí, como lo oyen. En vista del éxito relativo del carnet por puntos (seguimos sin saber por qué no es el mismo que en el resto de Europa, esa que tanto menciona ZP, pero a la que nunca hace caso) el señorito de CiU ha tenido la brillante idea de aportar su granito de arena al nazismo catalán: si tienes la intención de hacer como Carod Rovira, Durán y Lérida, Montilla y tantos otros (nacidos fuera de esa excelsa Cataluña, pero adoradores del becerro de oro de la catalanidad extrema) y además lo demuestras con este carnet por puntos, te ayudamos; de lo contrario, quedarás marcado con la "estrella amarilla" del inmigrante que pretende venir a jodernos el invento del seny catalán y de las burbujitas nazionalistas. Por mucho que la Fundación Vicente Ferrer se empeñe en luchar contra los parias de la India, la propuesta de Más (y de hecho la política represiva abiertamente antiespañola del hasta ahora Tripartito catalán) no ha hecho sino crear de facto un sistema de clases en el cortijo: catalanes de primera, con raigambre probada, documentada o si no, inventada; catalanes de segunda, los inmigrantes que se interesen por la mentira catalana, mantengan sus puntitos y hagan como el chiste del moro que va a Cataluña y se cambia el nombre por Jordi; catalanes de tercera, aquellos que hablan español y no quieren que les obliguen a escolarizar a sus hijos en catalán, aquellos que son multados por la Generalidad por rotular sus negocios en una lengua que es oficial, pero no es la del régimen; catalanes de cuarta, los parias inmigrantes que no saben qué carajo es eso de Cataluña -oiga, yo vine a España-, o que saben perfectamente cómo se las gastan los acomplejados políticos catalanes. La Generalidad ha decidido otorgar un carnet que da permiso para vivir. Lo que hay que ver. Es que no se aprende. Pero esto no es un error nuevo. Es volver a la estrella amarilla. Es volver a que el caprichoso político de turno decida sobre la dignidad de sentirse catalán. Y oiga, no pierda usted puntos y deje de ser un catalán de segunda...

Y yo que pensaba que Sans-Foy fue ingenioso con sus versos sobre el "carnet vasco por puntos". Más bien ha resultado premonitorio.

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