viernes, marzo 10, 2006

MUERTOS SIN ROSTRO

Creo que me encuentro entre la gran mayoría de españoles que no es capaz de poner rostro, ni apenas nombre, a todas las víctimas de los atentados del 11-M pero que aquella desgraciada mañana sentimos cómo se nos desgarraba por dentro una parte de nosotros mismos.
Recuerdo aquel goteo incesante de muertos: 10, 20, 60, 80,...140. La cifra parecía increíble, una terrible pesadilla de la que era imposible despertar. Recuerdo el sonido lejano de las ambulancias, el paso de los coches fúnebres por el IFEMA y, sobre todo, recuerdo el dolor, el inmenso dolor y la tristeza reflejada en las caras, en los gestos, en las maneras de hablar y de moverse de la gente esos días.
Gracias a Dios no conocía a ninguna de aquellas víctimas, algún compañero hablaba de un hermano de un amigo de su primo pero para mí, como para muchos otros, siguen siendo muertos sin rostro.
He escuchado las historias de la vida de muchos de ellos, vidas como la vuestra o como la mía, vidas con ilusiones truncadas, con sueños rotos, con proyectos que nunca se llegarán a realizar. Vidas que alguien decició un día poner fin por motivos que aún desconocemos como tampoco sabemos a quién o a qué obedecía ese alguien ni qué pretendía con todo este sufrimiento.
Por eso, a pesar de que no he visto sus rostros ni apenas conozco sus nombres, creo que el mejor homenaje que pueden recibir es el de la verdad, que de una vez se sepa quién cometió esos asesinatos. Las víctimas merecen en todos los casos, por ellos y por todos, MEMORIA, DIGNIDAD y JUSTICIA.

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