jueves, julio 12, 2007

Hace 10 años...

Hace diez años a estas horas, casi toda España temblaba, lloraba, rezaba o simplemente se sentida indignada. Hace diez años, sabiendo que Miguel Ángel Blanco estaba en el filo de la navaja, atrapado y a punto de ser asesinado por las ratas etarras, yo no pude sino llorar.

No podía creerme que los descerebrados comunistas de la banda terrorista estuvieran a punto de cercenar la vida de un concejal de un pueblo que jamás había oído nombrar y que jamás podría olvidar. No podía entender cómo la vida de un joven de 29 años (ahora lo veo con esa misma perspectiva) se pudiera acabar con un tiro a bocajarro de un repugnante gusarapo, cobarde y en mala hora traído a este mundo. Miles de sueños rotos y no sólo una familia destrozada, sino un país abierto en canal, sangrando lágrimas y partido el corazón en mil pedazos. Porque la muerte de Miguel Ángel no fue sólo el sacrificio de un joven y el dolor de su familia sino el bisturí que desgarró el alma de los que sentíamos que Miguel Ángel podía ser un hermano, un amigo, un hijo... y nos lo arrebataron.

No era consciente por entonces de que aquello era una venganza etarra por la liberación de José Antonio Ortega Lara, aquel secuestro que dominó nuestros días y noches durante tantos y tantos meses. No era consciente de que aquello era la respuesta a la pregunta del gobierno en Suiza: ¿os rendís? La contestación, burda, cruel y salvaje, llena de odio e irracionalidad, supuso un antes y un después en la vida de muchos de nosotros. Habían matado a un joven, ya no sólo a sangre fría, sino como chantaje para una negociación que el gobierno de Aznar se negaba a tener. Miguel Ángel murió porque aquel gobierno tuvo principios. Murió porque las hienas etarras sólo saben morder, arañar, rasgar, robar y matar. Porque a fin de cuentas, la ETA es una organización de gangsters y nunca se conocerá a Al Capone por sus virtudes en el bel canto.

Dieron las cuatro, la hora límite planteada por los asesinos. No podía hacer nada, sólo llorar y sentir impotencia. Sentía una rabia en mi interior que no he podido nunca jamás liberar. Y lo único que pude hacer fue poner el coro de esclavos de Nabucco en mi reproductor de CDs y escuchar el grito de libertad verdiano a todo volumen. Necesitaba que España entera lo cantara. Necesitaba que la potencia lírica y musical del coro, que la fuerza que transmite, la lucha por la libertad, se hiciera pública.

En aquellos momentos, todos empujamos en el mismo sentido: derrotar a la ETA, negar cualquier negociación. Hoy en día, los de siempre, la izquierda, por definición irreflexiva e incapaz de cualquier autocrítica, cambia de opinión, y llama a aquellos miserables "hombres de paz" y al atentado de la T4, un "accidente". ¿Se hubiera atrevido Zapatero (de haber siquiera sido capaz de articular una palabra) de denominar "accidente" a la muerte de Miguel Ángel?
Hemos pasado de la unión contra la ETA a tener un gobierno deseoso de que los gangsters consigan ver su objetivo cumplido. Hemos pasado de un gobierno firme contra el chantaje a uno que ha reconocido en el Congreso de los Diputados que han cedido al chantaje (y ahí está De Juana, de paseo). Hemos pasado de un arrinconamiento de los batasunos (recuérdense esas manifestaciones delante de las "borriko-tabernas" con los etarras agazapados y acobardados) a la acusación por parte del Fiscal General del Estado de "vociferar" en las manifestaciones a favor de las víctimas del terrorismo como un hecho escandaloso, mientras los gritos aborregados del Prestige o del No a la Guerra eran cantos celestiales. Hemos pasado, en definitiva y que no se quieran engañar los progres, de la mano dura contra la ETA a la permisividad y adulamiento del terror como arma política. Y sí, señores de la izquierda, ustedes sí que han usado el terrorismo para hacer oposición. ¿O tengo que recordarles las mamarrachadas del señor Caldera con el "comando Nixan"? ¿O hay que recordar lo que hacían y decían entre el 11M y el 14M? ¿O hay que recordar que ustedes iniciaron el terrorismo de Estado? Hemos pasado de una época donde Miguel Ángel Blanco fue un mártir y un héroe, a una en la que se le ha olvidado y el héroe es De Juana y Otegui. ¡Enhorabuena ZP!
Y como dice el coro de Nabucco:
¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada!
¡Ay, recuerdo tan grato y fatal!

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