Primer año de pontificado de Benedicto XVI
Joseph A. Ratzinger, alemán, teólogo brillante, hombre sencillo y conocedor del nazismo, eligió el nombre de Benedicto XVI. Para mí fue una sorpresa esa elección, pues no me la esperaba. Benedicto XVI no es un Papa viajero, como lo fuera su predecesor, si bien ya rindió honores a su ciudad natal, Colonia, en su primer viaje apostólico fuera de Italia. Y dentro de poco le veremos en Valencia, en el V Encuentro Mundial de las Familias. Espero personalmente uno de sus grandes discursos durante esa reunión. El Papa Benedicto XVI, que ya se ha hecho un hueco en nuestros corazones, se ha caracterizado en este primer año de pontificado por la firmeza de sus declaraciones, entre las que se incluyen condenas al nazismo y al comunismo y contra el aborto. Porque Joseph A. Ratzinger es un excelente orador y escritor, como demuestra su encíclica Dios es amor, donde podemos leer cosas de elevada importancia:
«Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino.
En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, en mi primera Encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás.
El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. A este respecto, nos encontramos de entrada ante un problema de lenguaje. El término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes.
La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política. La política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética. Así, pues, el Estado se encuentra inevitablemente de hecho ante la cuestión de cómo realizar la justicia aquí y ahora.Merece la pena leerlo con detenimiento. Felicitémonos todos por este primer año de pontificado de Benedicto XVI.
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Etiquetas: Religión
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